Jinete de dragones

Mi hermano mayor siempre me decía que, cuando yo era un mocoso, mi imaginación no tenía límites. Me subía a la cama, calzado con sus botas de agua y ese pesado casco de su moto que me hacía bailar la cabeza. Me creía un astronauta, admirando el universo. Esa inmensidad perlada de diminutas estrellas que él insistía en ponerles nombres. ¿Qué pasó con aquellos días de creernos girasoles en el campo de los abuelos?

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