No es la primera vez que me quedo resguardada en mis pensamientos mientras el agua caliente de la ducha va inundando de vapor el espejo en el que me observo.
No sé cuántos días han transcurrido, ni los que quedan por venir. Lo único de lo que estoy segura es que la paciencia no es infinita.
Y eso lo aprendí de la peor manera…