En fechas recientes reseñábamos Cuentos de Pesadillas 19/78, una antonlogía de Patricio Scarfo que recoge lo más interesante de un autor que lleva a nuevos y sorprendentes espacios el relato de terror. Corazón es una de las historias incluidas en el libro y la podéis leer ya a continuación.
CORAZÓN
Patricio Scarfo
No sé muy bien porque he llegado a este presente de encierro y soledad, como tampoco sé cuanto tiempo llevo en tal cruel situación. Mi nombre es Anastasia por cierto y espero que este calvario acabe pronto.
He aquí mi desahogo…
Solía dormir bastante y es que la oscuridad que me rodeaba me acunaba de forma constante y si a eso le sumábamos mi encierro cuasi eterno entre cuatro paredes opresivas las cuales yo llamaba habitación, pues entonces era lógico mi andar de bella durmiente. He de confesar que no todo era malo junto a él, pues vivía rodeada de joyas que aunque nunca usaba, de igual manera me gustaba observar. Además la música se había convertido en parte de mi día a día y era quizás una de las cosas que mas disfrutaba junto a bailar.
Él me echaba miradas furtivas y lujuriosas mientras yo danzaba y eso aunque solía perturbarme un poco, también me halagaba y lograba equilibrar la balanza de mi muerto corazón. Por ilógico que esto suene comencé a amarlo, aún a sabiendas de su maldad y sobretodo a pesar de saber que era un asesino…
Lo vi todo. Desde mi habitación contemplé con horror como la tomó del cuello y con sus enormes manos, (que tanto desee tener sobre mi cuerpo) la fue dejando sin aire. Su rostro se fue poniendo morado a medida que él mas apretaba. Jamás olvidare esas miradas. Ni la de ella, con sus ojos queriendo escapar de sus cuencas. Ni la de él. Repleto de furia, locura y cierto regocijo. Grité. Pedí ayuda. Por desgracia la música que sonaba mientras el telón de ella caía tapó mis alaridos.
—Lo hice por ti. ¿acaso no lo entiendes? —Me dijo.
La verdad es que no lograba comprender su extraño razonamiento, no entendía que quería lograr matándola y además… ¿de que me servía esto a mí?
A pesar de todo continúe amándolo y es que me hallaba presa (literal) de ese espiral de monotonía y reclusión donde mis únicos aliados eran la música, el baile y su retorcido amor. Hubo otras, muchas en realidad que exhalaron su último aliento en su departamento. Llegué a acostumbrarme a esto. Y lo peor es que con cada muerte mas se llenaba mi joyero y mi ego.
—Son para ti. Una ofrenda a tanto amor incondicional que me das.— solía decirme mientras le daba cuerda a mi existencia con sus excusas, sus promesas vacías y sus manos manchadas de sangre.
El día que llegó la policía, él se aseguro de que yo no pudiese interactuar con ellos. Sin embargo desde mi calabozo (que ya se había convertido hace tiempo en una especie de ataúd a causa de el silencio y la falta de luz), pude oír como se lo llevaron. Respiré aliviada… hasta que caí en la cuenta de que los uniformados no habían notado mi presencia. Quedé sola. Y lo extrañé.
No sé cuantas horas (o días) pasaron hasta que finalmente escuché el tintineo de llaves y la puerta abrirse, pero lo que si sé es que en ese instante volví a vivir. Otra vez respiré aliviada… Él había regresado.
Con su sonrisa pecadora y dulce depositó a mi lado un dije dorado que enganchaba un hermoso corazón de oro. En ese preciso momento comprendí que él había tenido otra mujer entre sus brazos. Otro amor efímero que de ninguna manera me preocupaba, pues lo nuestro jamás correría peligro y mucho menos a causa de alguna de esas muñecas de carne y hueso repletas de operaciones que solían frecuentarlo. Ellas morían, siempre morían. Mientras que yo en cambio, seguía constantemente a su lado. Él era mío. Y quizás así hubiéramos continuado sino hubiera sido por su enajenado accionar con la ultima de sus amantes…
Apenas entró me di cuenta de que algo extraordinario había sucedido. Penetró en el living todo agitado, cuchillo en mano y con sus ropas teñidas de rojo sangre. Eso era algo raro pues él solía ser una persona muy pulcra. Era obvio que alguna de esas zorras lo había trastornado de más. Maldije en silencio a su nueva y frustrada conquista y lo deje estar. No lo molesté. Esperé a que se calmara y sobretodo aguarde por mi nuevo tesoro.
Mi imaginación volaba entre anillos, colgantes, aros y dijes. Intenté adivinar cual habría de recibir. Minutos después la respuesta a tal adivinanza, me aterró, sacudió los cimientos que me mantenían quieta y también cambiaron mi vida para siempre…
Tiró con desprecio y asco el sangrante pedazo de carne en mi habitación, este aterrizó a mi lado y me salpicó con la poca sangre que el extraído corazón aún conservaba. Pegué un alarido mezcla de horror y furia que él escuchó y que de alguna extraña forma lo dejo perplejo y confundido. Estaba en shock. Me sentí morir. Lo estaba perdiendo. Luego mis piernas siempre firmes y dispuestas al baile, comenzaron a flaquear y acto seguido una negrura desconocida me engulló. Cuando por fin desperté las cosas habían cambiado de forma radical.
Me hallaba entre sus brazos, lo increíble por fin había sucedido. Me sujetaba por la cintura y me guiaba por la pista improvisada, mientras que yo por primera vez podía mirarlo a los ojos. En ese breve momento de felicidad me olvide por completo de sus crímenes y de sus infidelidades. Me sentí viva. Hasta que mi mirada se reflejó en la suya y entonces lo vi. Comprendí. Ahora yo era una de ellas, una de sus muñecas. Noté como su mirar pasó de la estupefacción al amor y luego en un santiamén al odio que yo de sobra le había visto destilar. Entendí. Iba a ser la próxima. Sus manos se posaron en mi tráquea y el aire comenzó a escasear. Una ira interna se apoderó de mí y con fuerza lo golpee en la ingle con mi rodilla. No estaba en mis planes morir y sumarme a su lista y menos cuando por fin había logrado escapar. Lo dejé sin aire, le quité el cuchillo de su mano y se lo clavé en su marchito corazón. Ese mismo que ahora descansa en la habitación que antes yo ocupaba y que ahora lo aloja a él. Cerré la tapa de la caja y lo dejé a oscuras, en silencio junto a su inmóvil corazón. Sin embargo él no habrá de bailar para mí. He quitado la cuerda y la he tirado por la ventana.
He aquí la historia completa de mi escape y de mi transformación. Solo queda por contarles el miedo profundo que siento por ese extraño mundo que me espera afuera. Aún así habré de salir, pues al fin y al cabo aún deseo agrandar el tesoro de mi joyero.
FIN
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Wow espectacular 😯😯😯😯
Gracias!!
Que buen final.