Relato de Navidad sangriento.

En este momento estás viendo Relato de Navidad sangriento.

¿Debe un relato de Navidad ser amable, transmitir buenos sentimientos y tener un final feliz? Claro que todo depende de cómo cada uno interprete estos conceptos. Ya os avanzo que este cuento tiene todo eso para sus protagonistas, La magia de la Navidad.

LA MAGIA DE LA NAVIDAD

Sandra Gómez Moreno

—A Belén pastores, a Belén chiquitos…

Mi hija canturrea mientras prepara el árbol de Navidad.

Este año le hace especial ilusión, porque se ha encargado de hacerlo sola, con un mimo y una dedicación que me eriza la piel.

Me lo pidió hace unas semanas, que quería organizarlo todo, poner las herramientas a punto y cuando llegara la Nochebuena tenerlo todo listo para así, el 25 de diciembre, montar el árbol.

Seguramente penséis que lo ponemos bastante tarde, puede ser, pero es que Amelia y yo, celebramos esa noche de un modo diferente y especial: esperamos a Papá Nöel y le hacemos un recibimiento particular.

La voz de mi hija me saca de mis pensamientos.

—¡Mamá! ¿Me ayudas? —exclama la pequeña desde el comedor.

Sonrío ligeramente.

Me acerco.

Está llena de sangre, pero eso no le preocupa.

Nunca le ha dado asco, al contrario, siempre ha sentido una irresistible atracción por el líquido carmesí que fluye en nuestro interior, aunque ella prefiere ver como sale al exterior.

Me pongo de cuclillas, a su lado y observo lo que quiere hacer: le está costando diseccionar el extensor corto del pulgar.

Amelia tiene la cara contrariada, con parte de la lengua hacia fuera mostrando el esfuerzo y la frustración que siente. La posición con la que intenta cortar el tendón es imposible, debe tomar el cuchillo de otra manera.

—Así, no, mi vida —rectifico mientras tomo con cuidado la herramienta y su manita ensangrentada —. Tienes que empuñarlo con más fuerza y en posición perpendicular al dedo, así te resultará más fácil cortarlo.

Me levanto, me muevo ligeramente hacia atrás dejando espacio a mi hija. Sé que lo hará a la perfección.

Lo coge con entusiasmo imitando la posición que acabo de enseñarle.

Toma el dedo pulgar del cadáver que yace en el suelo y siguiendo mis indicaciones, lo secciona sin problema.

—¡Ya está! ¡Ya podemos montar el árbol! —clama entusiasmada, con los ojos brillantes por la emoción.

—¿Tienes todo ya?

—Sí, sí. Solo me faltaba cortar el pulgar y ya tengo el resto de dedos preparados.

—¿Lo has cosido para colocarlo en el árbol?

—¡Ay, no! —contesta apurada.

—Venga, anda, no te preocupes. Mientras lo haces, voy a buscar las cajas en las que tenemos el resto de adornos.

Amelia no contesta porque está afanada metiendo el hilo en el ojo de la aguja.

Mi pequeña…

Estoy tan orgullosa de ella.

Subo por las escaleras.

Voy hacia el desván.

Abro la puerta y voy directamente al armario donde guardamos nuestra peculiar decoración.

Está organizada en varias cajas de diferentes tamaños.

Abro una, la más pequeña.

Ahí siguen los dedos del primer Papá Nöel que mi hija mató.

Aunque hayan pasado 4 años recuerdo como si fuera ayer lo que sentí: llegaba tarde a la cena de nochebuena, llovía una barbaridad y un atasco dificultaba la circulación. La angustia me apretaba el pecho, me asfixiaba, sabía que algo malo iba a suceder. La chica que cuidaba de mi hija debía marcharse porque tenía compromisos familiares y yo no llegaba a tiempo.

“Solo serán 10 minutos, no tiene qué pasar nada”, me dije para convencerme.

Dejé a Amelia sola y, durante ese tiempo, un supuesto Papá Nöel entró en casa.

Mi hija sabía que no tenía que abrir a desconocidos, pero ese hombre forzó la puerta a pesar de que la pequeña no quiso abrirle.

En ese momento ella era inocente, creía en la Navidad, en la figura de Papá Nöel y en su magia. Desde ese instante, y de la peor manera, la realidad le golpeó de una manera tan cruel que su única defensa fue un cuchillo que insertó en el corazón de aquel ser abominable que quería aprovecharse de su candidez.

La muerte fue su regalo y la sangre que emanaba de su pecho se convirtió en su tabla de salvación.

Desde entonces ella comenzó a asesinar a todos los Papás Nöeles que venían a nuestro hogar. Yo la ayudaba a descuartizarlos para poner sus dedos como trofeo ante nuestro triunfo. Preparábamos invitaciones especiales para que alguien viniera disfrazado de ese personaje navideño.

Jamás creímos que apareciera alguien, pero estábamos equivocadas: quienes acudían solían ser personas solitarias que no tenían nada que perder, y en este caso perdían la vida. Además, sus dedos y sus ojos eran arrancadas de su cuerpo.

Troceábamos el cadáver y limpiábamos la sangre a conciencia.

Somos una madre y una hija con un secreto especial y diferente.

Vemos estas fiestas desde un punto de vista distinto.

Las tradiciones se tienen que conservar.

Y me encanta.

Este año mi hija ha asesinado y descuartizado a su primera víctima sola.

Está abajo cosiendo los dedos para colocarlos en el árbol de Navidad y los ojos del cadáver se ponen como bolas.

Por si tenéis dudas, los dedos de las víctimas anteriores los conservo en sal para que no se corrompan.

Bajo con mimo las cajas.

Llego al salón y el corazón me estalla en el pecho.

Los ojos se me llenan de lágrimas.

Mi niña canta otro villancico mientras cuelga los dedos y los ojos de su primer muerto:

—Campana sobre campana y sobre campana una, asómate a la ventana, verás la Muerte en la cuna…

—Amelia, mi vida, ya estoy aquí.

Aplaude, se acerca hacia mí y me da un beso en la mejilla.

Se fija en la primera caja del montón que cargo.

Sabe que pertenece a aquel bastardo que arrancó su inocencia de golpe, aunque gracias a eso, vemos estas fiestas de otra manera: rojas como la sangre que cubre ahora el salón.

Su olor metálico me fascina, pero hay que limpiarlo.

Tenemos que aparentar normalidad, aunque prefiero ser lo que soy a formar parte de un grupo de necios e hipócritas.

Mi pequeña coge esa caja, la deja en el suelo y va cogiendo con especial mimo los dedos para colgarlos en el adorno navideño.

Soy feliz.

Suspiro ilusionada.

Estas fiestas para nosotras son especiales.

Espero que para vosotros también lo sean.

Feliz y sangrienta Navidad a todos.

FIN

Entradas relacionadas que podrían interesarte


¿Te ha gustado este relato de Navidad? Déjanos tu valoración y tu comentario.

Queremos ofrecerte el mejor contenido. Ayúdanos a seguir creando y a mejorar colaborando con nosotros en Ko-fi y obtén recompensas muy especiales.

Síguenos en redes sociales a través de Twitter e Instagram.

Sandra Gómez Moreno
REDACTORA | + posts

Deja una respuesta

Vota