(Escúchese primero la canción si no se la conoce).
“He hollado estos bosques durante tanto tiempo que ya no sé si soy hombre o bestia. Mas en lo profundo conservo un afán de venganza; debo, pues, seguir siendo un hombre en alguna medida. He aprendido a hablar en la lengua de los animales, a leer las marcas en la corteza de los árboles y en la nieve. He asumido los espíritus de mis progenitores, que se marcharon hace mucho. Y en este poco tiempo, lejos de casa, he devenido un hombre de hierro; parte de los eternos bosques.”
La traducción es mía, que no se ofendan los que saben inglés, por favor, que solo soy un pobre perdulario.
Cómo empezar a decir lo que esta canción, este trozo de alma de Quorthon (o Thomas Börje Forsberg), significa para mí… difícil, muy difícil. Pero habrá de intentarse.
Para empezar la letra, sin hablar ya de la música, es una maravilla, un compendio de las leyendas y mitos del fuera de la ley nórdico (que vemos en el outcast de Amon Amarth también -First Kill) que deja su tierra, su clan, normalmente por ser desterrado (por matar a un hombre o por ofender a un potentado). Aquí se nos cuenta el tramo de viaje de este héroe viviendo solo en la naturaleza salvaje, con los animales como compañeros y los elementos como consejeros (en sustitución de los “elders”). Pero el hombre, el héroe, ya está corrupto, o infecto: la humanidad en la que ha nacido, la civilización, es parte de él, y por eso “conserva un afán de venganza”. Un afán de venganza que simplemente está ahí, él lo sabe, ni pretende cambiarlo ni tan siquiera domeñarlo, está ahí formando parte de él, como el hambre y las ganas de mear; y nuestro protagonista solo lo contempla cuando allí perdido en el bosque se contempla a sí mismo (“Cuando me paro a contemplar mi estado y a ver los pasos por do me han traído” etc.).
Pero siendo esta una vieja historia de los confines nórdicos, esas tierras y culturas que tan de moda vacua están por culpa de un par de series y una línea estética que poco tiene que ver con el atroz aspecto de un “vikingo”… (ya me desvío). Siendo, decía, una historia vieja, es al tiempo una historia que casa perfectamente con cualquiera hoy: en mi caso, por ejemplo, fue la banda sonora de mi vida durante cosa de un año en que estuve viviendo en otra ciudad, lejos de mi mujer e hijos, contemplándome a mí mismo también, solo siempre (excepto en el trabajo), y como consejeros: libros y canciones (y alcohol, siempre alcohol). Y en ese poco tiempo, lejos de casa, sí, me convertí, un poco más de lo que ya era, en un hombre de hierro, conservando mis afanes mundanos, venganzas, flaquezas, locuras, mefíticas influencias del pasado y la certeza de lo incierto del futuro. Y es esta atemporalidad de la historia la que la hace maravillosa, como cualquier otra leyenda o mito: nos sirve independientemente del tiempo y lugar, ¿verdad? Nos comparamos fácilmente con la mujer de Lot, con la esposa de Barba Azul, o con Odiseo, porque tienen esa cualidad: son perchas que siempre nos sirven.
Hoy sigo escuchando esta canción, casi cada día, como una forma de oración (a mi dios interior, a ningún otro), o como una forma de “autocontemplación”; meditación, o llámesele como se quiera: yo entro en la canción y la canción entra en mí, en mi vida, en mi entero universo, revistiéndolo todo de una cualidad al tiempo salvaje y sagrada, haciendo de mi mente un palacio, pero un palacio natural, ese sueño del niño Rafael entrando por los olvidados túneles a la Domus Aurea de Nerón, con esos pedazos de arte antiguo recubiertos de excrecencias terrosas con campantes sabandijas por doquier.
Esto no pretende ser otra cosa que un “ey, escucha esta canción que es tan importante para mí, como todas las de Quorthon, a ver qué te parece”.

Es un canto de guerra...una arenga al alma guerrera que habita en nuestro interior y pugna por salir...gracias por compartirnos su experiencia personal...👍
Gracias a ti por pasarte a leer siempre, Patricia!!!
No conocía este grupo, pero visto así resulta muy sugerente. Lo escucharé, gracias!