Unos simples dados con imagenes pueden ayudar a romper la rutina y superar bloqueos creativos. Este relato parte de las imagenes sugeridas en la misma tirada de dados que los siguientes relatos:
Luna^^
Relato de Fernando Gómez
—¡Profesor! ¡Tiene que ver esto! —gritó el becario de nombre ignorado asomando por la puesta.
Vendría de su descanso para fumar, o algo así.
—Como puedes ver, ahora mismo estoy ocupado —respondió tranquilo, sin apartar los ojos del microscopio. —Y ya le he dicho que no grite…
—Lo sé, y lo siento, pero esto es importante —dijo nervioso, intentando llamar su atención —Si no lo fuera, no habría venido.
El profesor levantó los ojos de las lentes para mirar a su apurado becario. Estaba congestionado y temblando. Aquello que quería mostrarle no se trataba de algo normal.
—Espero que no sea una broma —indicó el superior soltando un profundo suspiro mientras se ponía las gafas y se levantaba.
El becario lideró la marcha, guiándole por los angostos y tranquilos pasillos. Demasiado tranquilos. Fueron a marcha rápida hasta los laboratorios, con la certeza que pararían allí… Pasaron de largo.
El breve vistazo que pudo echar el profesor en su interior fue para verificar que todos los puestos estaban vacíos. No, más en concreto, abandonados.
—¿A dónde vamos?
—La entrada principal está abarrotada, así que saldremos por la de emergencia.
—¿Abarrotada? —. Su pregunta denotaba cada vez más incredulidad.
—Todo el centro ha salido para verlo.
La respuesta generó más dudas que soluciones. Estaba tan intrigado por tanto misterio, como molesto por haberle interrumpido y no resolverle nada.
—¿Qué está pasando? —. Hubiera dicho su nombre si lo conociera.
El chico se apoyó en la barra antipánico de la puerta de hierro, y lo empujó para desvelar todas las incógnitas.
—Ahí está la respuesta —anunció lleno de una extraña satisfacción.
Sin embargo, el profesor levantó una ceja, y salió al exterior. Su rabia fue creciendo al igual que su incredulidad. ¿En serio le había interrumpido por esto?
—Es una broma, ¿verdad? —preguntó reprimiendo su ira.
El becario no respondió al momento, extrañado. Desvió su mirada al cielo nocturno, como si fuera la primera vez que lo ve.
—Si, cuándo se va el Sol, es de noche —explicó sarcástico, cada vez más molesto.
—Si no conoce este fenómeno, debería plantearme retirar su beca y su certificado de Primaria…
—Son las cuatro de la tarde.
El profesor guardó silencio, con la boca abierta. Con un lento movimiento, se apartó la manga de su bata para verificar que, en efecto, su reloj marcaba las 16:07.
Entonces volvió a levantar su mirada al cielo nocturno. En todo el firmamento solo había un foco blanco puro que era la Luna, sola, sin ninguna estrella.
—¿Qué narices es eso? —preguntó señalando el único astro en el cielo.
—Por eso le he llamado —. Resolvió con tono de incredulidad.
Estaba claro que él no le daría ningún tipo de respuesta, pero eso no significaba que no pudieran buscarlas ellos. Había algo extraño en esa Luna. De hecho, ese círculo brillante de luz estaba mucho más cerca de lo que parecía.
Desvió la vista a las escaleras de hierro, buscando algo que sabía que estaba allí. En efecto, a un lado de las escaleras de subida, se hallaba una lata abandonada por un terrorista medioambiental. La levantó, estudió su peso con precisión, y terminó volcando un poco de su contenido al suelo.
Tras lanzarlo un par de veces para estudiar su comportamiento en el aire, al tercer salto lo cogió con fuerza y lo lanzó sin piedad. El vuelo fue exquisito, y la trayectoria perfecta. Un lanzamiento digno de un profesional, que impactó de lleno en el centro de la Luna.
Al instante se ocultó tras unos párpados, y la oscuridad de la noche empezó a plegarse como una tela. A aquello, fuera lo que fuera, no le gustó.
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