Relato de María José Bravo Moñino
Desde la más joven a la más anciana, una por cada hora que tiene el día. Seis siluetas por cada estación del año. Cuatro generaciones de seis videntes distintas. Y tan solo ella era la elegida. La número 21: Becca. De cabello color miel y piel de fina porcelana. Sonrisa angelical y tacto de fuego. Orgullosa de su don de lenguas, pero aún incontrolable, indomable. Su poder era salvaje. De verbo directo como puñales retorcidos en el pecho de sus víctimas, que no eran más que sombras corpóreas a las que no les daba opción de súplica. Su destino la llamaba en cada palabra de labios ebrios, cada vez más habituales.
—Vas a llamar la atención. No nos obligues a tomar medidas drásticas, pequeña. Becca no hizo más que agachar su mirada ante la mujer más sabía de aquella reunión. Pero algo cambió en ella…Levantó su rostro, mostrando lágrimas de rabia, como una niña a la que regañan sin razón. Sus manos, a ambos costados de su delgado cuerpo, apretadas en puños cerrados. Sus ojos se clavaron en los iris translúcidos de aquel rostro arrugado. La anciana comenzó a temblar: primero manos, visibles ante aquel aquelarre; luego se convulsionó de tal modo que escupió sangre, negra y espesa como el petróleo, al rostro de Becca.
La transformación estaba completa: esputo sanguinolento de la legendaria bruja de las mil lunas, derramado con la rabia de la elegida, a sus 21 años, durante la séptima Luna Azul. La reencarnación de Lilith.
