Leí “Andrajos”, también de Francisco Cazorla, hace un tiempo, y me pareció fantástico. Lo volví a leer antes de empezar con este, “Las noches vencidas”, para entrar, digamos, en calor, y para escupirle en la cara a la prisa sigloventiunita.

Amargura y victoria de las noches vencidas
“Las noches vencidas” es un título (el título es lo primero con lo que se enfrenta uno) que de primeras suena amargo, noche vencida, la profunda madrugada desde una ventana fría, afuera el mundo se descompone, y adentro me descompongo yo; aunque cuando lo repasas, lo repiensas, puede hacer referencia a todo lo contrario: si la noche es el enemigo y se le vence, a golpe de amanecer -por ejemplo-, no nos remite ya a nada amargo, todo lo contrario: exultación, victoria, “Exultet iam angelica turba caelorum,
exultent divina mysteria,
et pro tanti Regis victoria tuba insonet salutaris”.
Y esto solo con el título, pensaréis… tranquilos, son mis divagaciones de costumbre. Paso al libro en sí:
Se divide en dos partes: “El frágil límite de la carne”, y “Sobre el vuelo de las polillas”.
“imagino mundos de adobe
que se ofrecen a la derrota del agua
altares de sacrificio
bajo el flagelo de las tormentas
al fondo
el horizonte arde”
Parece esta primera parte, en cierto modo, una cosmogonía muy propia del poeta, una seudo clasificación de las cosas del mundo, de rerum natura cazorliano, por así decir: “dibujo mapas del abismo”. Aquí se siente esa madrugada y esa ventana desde la que decía antes que el poeta, o yo, mira el puto y maravilloso mundo de afuera.
Pasemos a la segunda parte.
En ella se nos habla de Dios, como lo oís, de Dios o de la polilla que se golpea contra la lámpara encendida, una y otra, y otra vez, en la noche más profunda. Cazorla lo ha visto, y yo con él.
También he visto al propio Cazorla si no como Dios, sí como eminente Demiurgo de vocación irrevocable:
“prometo una lengua de barro
y una voz preñada de semillas
ahora que no me llega el aliento”
“habré sanado
viendo cómo brotan
cada uno de los versos
en las fértiles tierras del aire”
Repito, ya lo dije en su momento, Francisco Cazorla es un poeta fantástico. Apela al espíritu por medio del alma, desde el mundo tangible, desde el cuerpo, como si se hubiese criado con Plotino, en vez de en este mundo cartesiano.
Lo demás es silencio, o que pilléis el libro (cosa poco probable, ya que no está en los grandes supermercados entre los ornamentos de jardín y las bebidas energéticas).
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Cazorla es lírica oscura que te hace volver a la luz para luego morir en el fondo de una cueva.
Muy buena reseña.