Entrevista a Carlos Suárez, escritor y periodista en RTVE, en una ocasión muy especial, la presentación de su tercera novela: ‘Vermeil’.
Ambientada en el París de la segunda guerra mundial, ‘Vermeil’ toma la forma de una clásica novela de espías para crear una trama en que la realidad y la ficción aparecen superpuestas. Esta es una conspiración donde la literarura se convierte en un arma al servicio de la lucha contra el régimen Nazi.
Sinopsis de Vermeil
París, 1944. Max Leduc, un escritor que publica bajo seudónimo, es reclutado por la Resistencia francesa para realizar una labor que nadie puede hacer mejor que un novelista: dar vida —verosimilitud y coherencia— a alguien inexistente a fin de engañar a los servicios de Inteligencia alemanes.
A partir de ahí, Vermeil levanta una trama con niveles narrativos superpuestos en la que se mezclan los personajes auténticos de la novela, las personalidades inventadas para hacer posible esa artimaña y los protagonistas de las novelas publicadas por Leduc, que acaban colándose también en la historia.
Más allá del argumento, Vermeil ensaya –con un estilo formalmente atípico y arriesgado hasta la temeridad– una reflexión sobre la ficción, la literatura y el oficio de escribir.
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Entrevista a Carlos Suárez
Es un placer tener con nosotros al escritor y periodista leonés Carlos Suárez que nos presenta ‘Vermeil’, su tercera novela, editada recientemente por Eolas&Menoslobos dentro de su colección ‘Línea negra’.
¿Qué van a encontrar los lectores en ‘Vermeil’?
Una novela de espías con una trama adictiva, pero también mucho más: una estructura que mezcla niveles de realidad, una prosa cuidada y una reflexión sobre el lenguaje y la literatura.
‘Vermeil’ parte de un argumento que podría parecer clásico: Una activista de la Resistencia Francesa es detenida por los servicios de seguridad del Reich. La torturan para que confiese nombres de sus supiores y revela ese nombre: Vermeil. Pero Vermeil no existe, de modo que la Resistencia (que conoce la declaración de la detenida a través de un ‘topo‘) cree ver la oportunidad de inventar a Vermeil con el fin de llevar a los alemanes hasta un palacete en las afueras de París donde deben encontrar un microfilm que indica que el desembarco aliado en Europa se producirá en Calais y no en Normandía, como sucederá. Será entonces cuando la Resistencia reclute a Max Leduc, un escritor que publica bajo seudónimo y que será el encargado de ‘crear‘, dar coherencia y verosimilitud a un Vermeil inexistente.
Su anterior novela, ‘Una mujer en Pigalle’ (Roja & Negra, 2016), y ‘Vermeil’ comparten ambientación en el París de preguerra y tienen a un escritor como protagonista. ¿Qué más guardan en común ambas novelas?
Comparten ambientación, he recuperado (aunque de forma tangencial, a Monique Marais, la protagonista de ‘Una mujer en Pigalle’) y aparece también aquí un anciano con alzhéimer y nuevamente el tema de la memoria y el olvido.
¿Cómo surgió la idea para ‘Vermeil’?
Es difícil saber de dónde surge la idea de una novela. Las ideas te rondan la cabeza durante años y en algún momento algo hace clic. Quería escribir una novela de espionaje, porque me parece que los espías tienen algo de personajes literarios. Todos aparentamos y mentimos, pero los espías son profesionales de la ocultación y la mentira, obligados a construir un personaje. Esa era la parte que más me interesaba.
Luego se produce sucesivos clic, que van dándole a la historia la forma que tendrá finalmente: cuando se me ocurre que el espía no exista en realidad (algo que ya está en ‘Con la muerte en los talones‘, la película de Hitchcock), cuando decido que el encargado de dar vida a Vermeil sea un escritor, cuando decido cruzar en la novela la novela que escribe Max Leduc, cuando veo la posibilidad de mezclar niveles de realidad e incluir en la trama a los personajes de anteriores novelas de Leduc y finalmente cuando decido incluir un narrador interpuesto, que permite reflexionar sobre la literatura y el lenguaje.

El libro está en parte inspirado en hechos históricos, ¿Cuáles son y cómo fue el trabajo de documentación?
Está inspirado en parte en la Operación Mincemeat, puesta en marcha por los Servicios Secretos británicos en 1943. Enviaron a la costa de Huelva un submarino y allí tiraron al mar el cadáver de un supuesto oficial de los Royal Marines llamado William Martin y que en realidad no existió nunca. Metieron en los bolsillos del cadáver documentación que indicaba que el desembarco aliado se produciría en Cerdeña y Grecia y no en Sicilia como estaba previsto. Más allá de eso, lo que me llamó la atención es que pusieran también en sus bolsillos entradas para la ópera, un aviso donde su banco le reclamaba una deuda de 17 libras y una carta de una supuesta novia, acompañada de una fotografía para la que había posado una agente del MI5.Fueron esos detalles los que me fascinaron, ese ‘envoltorio‘ que da credibilidad y verosimilitud a una historia… lo que William Martin tiene de personaje literario.
Algo parecido sucedió con Juan Pujol, Garbo, que consiguió hacer creer a los alemanes que contaba con una extensa red de informadores, cada uno con su nombre y su personalidad ficticia, que creó, en definitiva, casi una treintena de personajes de ficción.
Para documentarme leí sobre el tema, vi documentales y películas, pero la novela no tiene ninguna pretensión histórica: William Martin y Garbo sirven solo para inspirar la trama.
¿Cuánto del autor hay puesto en el personaje de Max Leduc?
Mucho, supongo. No es tanto que refleje aspectos de mi personalidad o de mi vida, pero de alguna forma se ha convertido en mi portavoz. Max Leduc (y el narrador interpuesto que lee y comenta su novela en la novela) ha sido la vía que ha puesto voz a cuanto quería contar.
Realidad y ficción se entremezclan en Vermeil creando planos superpuestos, a veces contradictorios en función de las diferentes narraciones de Max Leduc y la integración de los personajes creados por él en el relato. ¿Cuánto de desafío ha tenido el proceso creativo de armar la estructura de la trama?
Creo que lo más complicado en este caso no es tanto la estructura, que haya planos distintos de realidad en los que se entremezclan los personajes auténticos de la novela, los agentes de la Resistencia que ayudan a llevar a cabo el engaño y finalmente los personajes de las novelas de Leduc que acaban colándose también en la trama, sino conseguir una transición suave, que el lector apenas perciba. Lograr que el lector haya saltado de nivel de realidad sin darse cuenta.
Palabras inventadas al modo de Cortazar en Rayuela, guiños literarios y un argumento que reflexiona sobre el acto mismo de escribir. ¿Cuánto peso tiene la propia literatura en Vermeil? ¿Se puede considerar que es la verdadera protagonista del libro?
La novela que escribe Max Leduc, el personaje principal, es, sin duda, la protagonista del libro, muy por encima del resto de los personajes.
Sobre las palabras inventadas, es cierto, hay decenas, incluso párrafos completos imitando el glíglico o gíglico de Cortazar en el capítulo 68 de Rayuela. Son un juego que muestra la capacidad de connotación del lenguaje: «Sus manos tactan ansiávidas la sobretela, dedosean altrás del trapaje las morfas senoides y ubrérrimas. Los fíngueros rozasoban las masteccimas que retrémulan culebreptadas por el palpatiento que las manosoba. Su resuellación se celerauda, entrepartida, cortoquebrada, al crono que las conicúspides se puercoespinan y erectialzan bajo la usufrucción. Se linguohumectolabia, jadesopla, se desgagrita, traspelida por el erodelirio que la combura árdida».
En este caso los textos son más comprensibles y menos arriesgados que los de Cortázar. No creo que ningún lector deje de entender lo que se está contando.
Por su parte los guiños literarios, decenas a lo largo de toda la novela, a veces evidentes y otras menos, son eso: guiños, pequeños homenajes literarios.
Pero también es una novela de espías con una forma curiosa de mantener la intriga: exponiendo sus mecanismos al lector. ¿No es demasiado riesgo mostrar las cartas durante la partida?
Sí. A la vez que narra la historia, ‘Vermeil‘ revela los trucos, argucias, mecanismos, con los que un autor sostiene la intriga o encamina o dirige a su gusto al lector. Pero no creo que eso reste magia a un libro. Todos sabemos que un prestidigitador utiliza espejos, fondos falsos, cartas trucadas y no deja de asombrarnos: Es la habilidad al realizar lo que sabemos que es un truco lo que en realidad nos fascina, cómo consigue engañarnos.
¿Qué aporta el erotismo presente en sus novelas?
El erotismo está muy presente en todas mis novelas. Tengo cierta afición al género, pero creo además que es una temática que se presta especialmente bien para hacer literatura. Quizá sea la necesidad de sugerir o velar lo que se narra o describe en una escena de sexo frente a la forma directa o clara con la que se relata que un personaje coge el autobús o prepara el desayuno
Desde su primer libro ‘La muerte zurda’ (publicado por Atodaplana en 2004), ¿Qué aspecto cree que ha evolucionado más en su literatura? ¿De qué se siente más satisfecho como autor, personajes, trama…?
Creo que he logrado adquirir cierta habilidad para crear tramas, para levantar una estructura narrativa, para ese tipo de ‘relojería‘; que se me da mejor que construir personajes. Pero no creo que personajes, trama, punto de vista, tono, sean aspectos troceables, estancos. Una novela sale bien o mal en su conjunto. En este caso creo que ‘Vermeil‘ es lo mejor que he escrito. Es más, temo que lo que escriba en el futuro no sea tan bueno.
¿Cómo ha influido su profesión de periodista a la hora de abordar sus historias?
Probablemente lo primero que te enseña el periodismo es que la verdad no existe, o que no es tan clara e incontrovertida como parece. A partir de ahí tengo cierta reticencia al narrador omnisciente. Me resultan más verosímiles las historias que presentan los hechos vistos por cada uno de los personajes, que es lo que sucede en el mundo real: nos llegan versiones diferentes de los mismos hechos, incluso antagónicas e incompatibles. Lo estamos viendo en la guerra de Ucrania.
Creo que en cualquier novela que se base en intriga no tiene sentido el narrador omnisciente. ¿Si lo sabe todo por qué no lo cuenta ya al principio. Prefiero el narrador que recoge versiones. Finalmente eso es el periodismo.
¿Cuáles son sus influencias literarias?
Difícil pregunta. Sandor Marai, Paul Auster, Patrick Modiano, Vila-Matas… y obviamente en ‘Vermeil‘ se ve la herencia de Cortázar y de esos escritores mas barrocos de boom latinoamericano: Alejo Carpentier, Severo Sarduy, José Lezama Lima.
¿Con qué título reciente se ha quitado el sombrero?
‘La gran serpiente‘ de Pierre Lemaitre, su primera novela y casi a la altura de ‘Vestido de novia‘.
Igual es un poco pronto, pero ¿tiene algún nuevo proyecto ya a la vista?
En realidad tengo un viejo proyecto a la vista, no uno nuevo. Estoy corrigiendo ya las galeradas de una novela anterior a ‘Vermeil‘, pero que va a publicarse después. Se titula ‘Viático‘ y lo publicará a finales de año Mira Editores, una editorial de Zaragoza.
Biografía

Carlos Suárez (León, 1961) es periodista en Televisión Española. En sus más de treinta años de carrera, se ha desempeñado como redactor, editor adjunto y editor del Canal 24 Horas y jefe adjunto del Área de Sociedad de los Servicios Informativos. En la actualidad ocupa el puesto de editor adjunto de fin de semana del Canal 24 Horas.
Como escritor, además de Vermeil, ha publicado otras dos novelas: Una mujer en Pigalle, (Roja & Negra, Penguin Random House, 2016) y La muerte zurda (Atodaplana, 2004).
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