Ante todo quiero decir, aunque peque de anadiplósico, que esto es un elogio del Gabinete de curiosidades de Guillermo Del Toro (Guillermo Del Toro’s Gabinet of curiosities). Así que antes del elogio en sí, voy a desmontar las críticas que he leído o escuchado imputadas a esta maravillosa serie.
Desmontando a la crítica
Cuando queremos disfrutar de Los sueños en la casa de la bruja, señores, no tenemos más que acudir a nuestro manoseado ejemplar de las obras completas de Lovecraft, tomo segundo, abrirlo más o menos por la mitad, y leer el relato del ínclito H. P. “Gilman no sabía si los sueños provocaron la fiebre o si fue la fiebre la que provocó los sueños”, etcétera.
Pero si vamos a ver una peliculita auspiciada por Guillermo Del Toro para su serie, no debemos esperar nunca encontrarnos con exacta y pulcramente el relato del viejo Lovecraft. Esto no solo es imposible de conseguir, también resultaría absurdo. No quiero una repetición punto por punto, ni la espero, repito, cuando veo (no leo) algo llamado Los sueños en la casa de la bruja.

Se trata de una versión, cuya etimología, recordemos, del latín versio, significa “dar la vuelta”. No significa repetir, ni imitar, no, se trata, remachamos: de dar la vuelta (a la tuerca jamesiana si gustan ustedes). Por tanto es aceptable cualquier cosa, nos guste o no, como versión (yo mismo he versioneado recientemente a Quevedo, por ejemplo: solo porque quiero y puedo, se me da un ardite de lo que piense don Francisco ni de lo que piense nadie, ¡ja!).

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La originalidad de la serie
Dejado ya esto claro, me referiré a la absoluta falta de originalidad de la serie, y a que esta falta de originalidad no es cosa mala, en absoluto. (Ahora viene otra andanada contra los usos y costumbres modernos de cazurros y botarates).
Estamos demasiado acostumbrados a escuchar que esto o aquello es original, que es distinto, nunca visto, que es un nuevo giro al género de turno… y más acostumbrados, ay, aún, a ver que es más de lo mismo, ni nuevo, ni original, ni leches. Ni pollas en vinagre (quería dejar esto bien claro).
No hay necesidad de ser originales, no hay que crear todo el rato cosas distintas, y tampoco hay que pretenderlo: si quieres aprender a dibujar, debes conocer y empezar por ciertos rudimentos, y cuando los domines, como hiciera el buen y majara Picasso, entonces sí: si tienes una visión nueva, dale caña. Pero si no tienes esa visión y te las das de visionario, no consigues más que un tremendo topetazo en los morros.
El dominio de la narración
Esto viene al caso del último episodio de la serie, entre otras cosas, el que dirige el propio Del Toro, y creo recordar que también escribe (disculpad mi falta de documentación, pero es que no va conmigo); se trata de una pulcra y perfecta historia de fantasmas (ghost story para los picajosos y pedantes), no tiene absolutamente nada de original en su trama, ni en su planteamiento, ni en la resolución, nada, y de cualquier manera da gusto verla: está hecha con ese conocimiento y dominio que he dicho antes de técnicas narrativas, y por tanto: ¡funciona! Del Toro nos honra con un ejercicio sobrio y mesurado.
La serie no es original, decía, y no le hace falta serlo, porque sigue la estela de un montón de otras series y películas que no es necesario apuntar aquí (Historias de la cripta, Cuentos asombrosos, Los límites de la realidad, Más allá del límite, Creepshow, Body bags, Black mirror…), ya que los buenos friquis las conocemos todas al dedillo. Esta es ni más ni menos que otra más para nuestra proverbial saca.
Un gabinete de curiosidades Pulp
Pero no por ser una más la depreciamos, en absoluto. Esta pertenencia a esa larga cadena de series y peliculitas de terror y fantasía se ve en la introducción con presentación del episodio, en la musiquilla del principio, incluso en el montaje de imágenes de esta introducción, así como en, ya en las propias historias, el aire inequívocamente pulp de todos los relatos. ¡Pulp! Esa palabra mística más poderosa que el mismísimo Necronomicon.

En el otro episodio basado en Lovecraft, El modelo de Pickman, es meritoria la presencia de esos cuadros malditos que parecen cobrar impía vida. En Autopsia el ritmo, la luz, la cadencia del relato… todo delicioso. ¿Qué decir del pringue de Alo Glo? En el primer capítulo encontramos unos tomos de antiguo saber oculto que sirven para despertar a un demonio atroz… ¿qué más se le puede pedir a la vida? ¿Y esa manera de esnifar coca del millonario majara poseedor de la piedra maldita? Sublime. Y la rata del cementerio es mierda de la buena…
El asombro y los monstruos
He de decir que ver estos cuentecitos con mi hijo, y ver su reacción a los mismos, ha sido todo un acierto: lo que yo viví con Cuentos asombrosos en los ochenta lo vive él ahora con el Gabinete.
En fin: quería dejar bien claro a mi tribu: los auténticos monstruitos (que se alimentan de pizza, chauarma, cerveza y poco más) que esta serie es crema, como diría mi buen amigo Daniel Aragonés. Y quería, asimismo, terminar con lo maravilloso que han representado al inefable Jenkins, esa rata con faz humana de Los sueños en la casa de la bruja.
Fue un buen amigo el que me advirtió de la presencia de Jenkins en la nueva serie, Artur (en instagram es @artur_booklover, igual lo conocéis), y me avisó por haber pasado buenos ratos hablando de Lovecraft y de Jenkins en particular, en un club de lectura que teníamos. Le dije a Artur que no dejaría de contarle mis impresiones sobre la serie y heme aquí, que lo he hecho en forma de articulillo.
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Como otras veces, me paso por el blog y leo;
Como otras veces aprendo cosas nuevas;
Como siempre, me voy como hormiguilla bajo la sombra del gan Franki.
Un saludo.
Exagerada!!!
Pero gracias