El sargento cadaver es una inmersión en una mente delirante a través de la conversación entre el protagonista y su sargento, ya muerto. Consciente y subconsciente reflexionan sobre el papel de las guerras y las relaciones humanas en el mundo occidental. Francisco Santos Muñoz entrevista al autor de esta novela: Rodrigo Martínez Puerta

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Entrevista a Rodrigo Martínez Puerta
FRANKY: Hoy, en este limbo literario que es Espíademonios, entrevisto a Rodrigo Martínez Puerta autor de El sargento cadaver. Lo primero de todo, y como la gente es muy curiosa, preséntate un poco, por favor, Rodrigo.
RODRIGO: Antes de nada, me gustaría agradecer la invitación a vuestro blog, es todo un honor. En cuanto a mí, la verdad es que no soy gran cosa: apenas un docente reciclado en corrector de textos que poco a poco ha ido recuperando una afición que creía olvidada. Supongo que, a cierta edad, la noche acaba por cansarse del ocio crápula para refugiarse en la soledad de la pantalla en blanco.
En mi caso, envejecer (que no madurar), junto a sus horas muertas, ha ido alimentando mi actividad escritora con el único fin de evadirme del tedio, de la propia mediocridad, de esa sensación de no progresar… A partir de ahí, todo lo demás únicamente se explica como un cúmulo de coincidencias afortunadas, pues jamás soñé con llegar a escribir una novela y mucho menos con que ésta suscitara interés suficiente para ser publicada.
En definitiva, no me veo más que como un mero aficionado, tanto que a veces incluso sufro el síndrome del impostor cuando leo a gente con una motivación enorme por lo que hace, tan férreas sus convicciones respecto a lo que esperan de sí mismos en este mundillo, y sobre todo, con un bagaje lector mucho más extenso y actualizado que el mío. Así que, contestando a tu pregunta, no soy más que un mindundi, uno más de tantos, que aspira a que le hagan casito, ojalá el suficiente como para poder vivir de esto. (Risas)
FRANKY: Lo único que he leído tuyo es tu novela El sargento cadáver, que me entusiasmó (desde aquí emplazo al lector a leer mi reseña de la misma en nuestra web amiga Dentro Del Monolito, y a comprar, después, el libro; sin dilación). Y hace poco escuché en el programa Forjadores de relatos un micro relato tuyo que, aunque se presentó como erótico, yo llamaría más bien “una pieza macabra”, Súcubo se titulaba, si mal no recuerdo. ¿Qué más has escrito?
RODRIGO: Lo cierto es que esa pieza que presenté en Forjadores de relatos es un fragmento de una composición mayor. Siguiendo en redes a Dentro del Monolito, me pareció interesantísimo el tema que abordaban, y puesto que el programa requería textos para su lectura y análisis, se me ocurrió reutilizar unos párrafos de un relato mío que precisamente se ajustaban a la temática de aquel día. Súcubo como tal no existe, no es una obra independiente —pertenece a un cuento que se centra más en el terror que en el género erótico, como muy bien has percibido—, pero reconvertí el texto porque quería ver si funcionaría como micro.
Fue una suerte que lo seleccionaran, me hizo mucha ilusión, además lo leyeron muy bien. Respecto al resto de mis escritos, apenas he publicado unos cuantos relatos y micros gracias a que han tenido cierto recorrido en concursos literarios. Entre ellos destacarían El paraíso incendiado (monólogo acerca de los avatares de una relación amorosa complicada), Algodón (sobre cómo el imaginario infantil canaliza la violencia que le rodea) y Día uno (basado en el inicio de la existencia). Ya he dicho antes que soy un recién llegado a esto, me falta callo aún.
FRANKY: Metámonos ahora de lleno en tu Sargento Cadáver. Te voy a sacar tres temas para que me hables sobre ellos, puedes explayarte, no te cortes. En primer lugar el lenguaje: cada frase está medida, creada con mimo, con una mezcla perfecta (que fue lo primero que me llamó la atención) entre, por decirlo así, culteranismo o directamente barroquismo y vil y soez argot cuartelero. Háblame de esto.
RODRIGO: El sargento cadáver es en toda su extensión una ópera prima, con sus aciertos y desaciertos, que curiosamente para muchos lectores suelen ser los mismos, lo que a algunos les ha entusiasmado a otros, en cambio, les ha parecido excesivo. Si hoy revisara la novela, tal vez modificaría algunas partes, no te voy a engañar.
Considero que se hacen evidentes algunos errores de novato tales como la sobreadjetivación o el alambicamiento estilístico, los cuales obedecen más a la vanidad de un autor verde que anhela lucirse que a lo que, en principio, exigían las necesidades del relato. Sin embargo, conforme avanzaba la trama, y sobre todo tras las diversas correcciones posteriores, fui advirtiendo que esas carencias podrían resultar útiles no sólo por su valor descriptivo, dado que la obra se sitúa en un espacio claustrofóbico y la precisión en el detalle termina por antojarse vital, sino también por su singularidad estilística, puesto que a través de la misma se me presentó la oportunidad de establecer dos ideolectos diferenciados que marcaran la propia dualidad interna del ser humano: esa rama más retórica que se identifica con el apartado de la razón y los miedos. Y por otro lado, esa vertiente más prosaica, que responde al tópico del sargento chusquero, capaz de amoldarse más al ámbito de la locura y su delirio épico.
FRANKY: En segundo lugar, ya comparé tu libro con un diálogo platónico, como si la historia fuese una excusa para soltar lo que tenías dentro (¿no es esto lo que pasa siempre con cualquier historia que escribimos?. Dime, ¿crees que es certero mi aserto, amigo Critias, digo Rodrigo?
RODRIGO: (Risas) Evidentemente, eso es lo que sucede en mayor o menor medida con cualquier tipo de expresión artística. No me cabe duda de que el arte surge de las mismas entrañas del individuo y de que en toda ficción o mímesis de la realidad se desprende una pequeña porción de verdad, de nuestra propia verdad.
Con esto no quiero decir que El sargento cadáver sea una confesión necrófila ni que guarde conflictos paterno-filiales ni que oculte un reverso sádico y homicida bajo mi apariencia —bueno, eso creo, pero tampoco me atrevería a jurarlo (Risas)—, sino que tras estos aspectos de la novela se esconden ciertas inquietudes acerca de la muerte, la familia o el odio que de algún modo me generan interés como autor. Así pues, para tamaña empresa, se requiere una herramienta que dote de agilidad al texto y que muestre a la perfección la contraposición de ideas y conceptos, además, claro está, de caracterizar personajes.
Y qué mejor manera que a través de un recurso universal como el diálogo, tan manido en la cosmogonía literaria desde sus orígenes primigenios, y a la vez, tan natural en nuestro día a día (¿acaso soy yo el único que hablo solo?). De inmediato lo consideré pieza esencial para desnudar la paradójica duplicidad inherente a cualquier alma, ese bien contra el mal, ese ángel o demonio… De ahí que ahora me parezca bastante ingeniosa, a la par que halagadora, esa comparación que propones con los diálogos platónicos, aunque lo cierto es que no pensé en ello al estructurar así dichos capítulos, fue más un impulso reflejo, casi inconsciente, que un alarde intelectual con voluntad de estilo.
FRANKY: En tercer lugar, permite que me cite a mí mismo en esa reseña a que me referí antes: “En cierto sentido también esta obra puede verse como una revisión de Johnny cogió su fusil, la novela de Dalton Trumbo o la película, más conocida. Esta comparación me resulta ineludible: aunque nuestro protagonista conserva su cara y sus extremidades, también está atrapado (o lo está durante un buen tiempo) solo consigo. También se ve impelido a hacer una revisión de su historia personal que recuerda a ese desfile de escenas que dicen que pasa ante tus ojos en los instantes postreros de tu existencia.” Supongo que conoces a Johny… Dime algo sobre este paralelismo, ¿lo tenías en mente? ¿es solo cosa mía?…
RODRIGO: Desde luego que Trumbo es un referente, gracias a su influencia determiné la premisa de la claustrofobia no sólo de una manera literal en cuanto al desarrollo del espacio, sino también desde una perspectiva metafísica e intimista, a nuestro soldado no le sobreviene Jesucristo como a Johnny, pero sí un cadáver que le habla agitando su conciencia, por no hablar de la caracterización física del sargento…
La inspiración en Trumbo es en ese sentido innegable, si bien es notoria la existencia de otros modelos literarios como Augusto Céspedes con su relato El pozo, que me inspiró para la agotadora cotidianidad de la trinchera; también Gustav Hasford con The Short-timers y su famoso arquetipo del sargento cabrón que ya es casi un lugar común del género.
Otro ejemplo sería la autobiográfica Mi casco por almohada de Robert Leckie, especialmente en la camaradería entre soldados que en mi novela se traslada al momento entre el protagonista y el personaje de Lince. Tampoco podría olvidarme del carácter introspectivo tomado de James Jones en La delgada línea roja, casi toda la imaginería de Sven Hassel… Hay innumerables influencias de las que seguramente ni yo mismo sea consciente.
FRANKY: Yo no veo necesariamente una crítica a lo militar en la novela, pero es que al fin y a la postre cada uno ve lo que quiere donde le apetece, claro… ¿Es tu novela una crítica, antibelicista, antimilitarista, propacifista…? ¿Es por algo o anti algo realmente? Dime.
RODRIGO: No concibo El sargento cadáver como una diatriba en contra de nada, al menos no lo escribí con esa idea en la cabeza. Como es lógico, al emplear la guerra como escenario, se vuelve inevitable mostrar los horrores de la misma, con sus absurdeces y sus paradojas, aireando toda su crueldad. Sin embargo, en este caso es más bien una excusa argumental que utilizo para poner al protagonista al límite.
En consecuencia, se antoja más importante el tejido psicológico que el acontecimiento del conflicto, lo cual no es óbice para recrear la acción bélica como merece y acorde con los códigos del género, desde la acción, la crudeza, la épica… Pero en este caso, no sólo cual eje catalizador la trama, sino más bien como la circunstancia esencial que impulsa al protagonista hacia el viaje que definirá su desarrollo personal. Para lograr que su arco fuese mínimamente creíble, era indispensable plantear ciertos dilemas en torno al militarismo, el belicismo, la responsabilidad política y humana, etcétera, que satisficieran la curiosidad de una persona a las puertas de la muerte, desesperada ésta por hallar sus propias respuestas a preguntas que nunca se había parado a formular del todo.
En esta contraposición de posturas, nunca llego a otorgar la razón plena a ninguno de los interlocutores, pues en realidad no creo que en tales contextos nadie pueda poseer la razón absoluta. Si de verdad hubiera pretendido adentrarme más en soflamas de carácter antibelicista o con un componente político más crítico, habría profundizado mejor en el origen, situación y entramado de la guerra que envuelve a los personajes, en el trasfondo concreto que ha producido el inicio de dichas hostilidades. O como mínimo, habría hecho hincapié en algún rasgo característico muy definitorio con el pretexto de ubicar la trama en una época concreta.
En El sargento cadáver no busco eso, propongo una guerra abstracta que nunca llega a identificarse del todo (aunque algún lector avezado pueda intuirlo) porque no es ella quien guarda interés, sino el personaje al que afecta. Me gusta pensar que esta novela podría ambientarse en cualquier marco temporal a lo largo de la historia, igual que Carpentier hacía en Semejante a la noche.
FRANKY: ¿Por qué hay que leer tu novela? Y no me digas que no “hay que leerla” porque sí que hay que hacerlo. Engancha a los lectores de esta entrevista.
RODRIGO: Ésta es sin duda la pregunta más difícil que me has hecho, dada mi total incapacidad para la mercadotecnia y el autobombo. Me siento como un padre que tuviera que deshacerse en elogios hacia su hijo imperfecto para ver si asoman pretendientes y se marcha ya de casa (Risas).
Ahora en serio, lo único que puedo decir es que se trata de una obra honesta sin más pretensión que la de hacer sentir y entretener. Creo que reúne todo lo que cabe esperar del género bélico (acción, ritmo trepidante, crudeza…), pero con una pátina de lirismo épico que tal vez invite no sólo a una reflexión sobre la condición humana, sino también al disfrute y a la enternecedora simpatía que despierta un producto hecho desde el cariño por las letras, con la dedicación e inocencia de quien no tiene nada que ofrecer, salvo el placer de distraer con la humilde cadencia de sus palabras. Quizás ahí resida su verdadero encanto.
FRANKY: ¿Tienes en mente algún proyecto literario nuevo que continúe esta misma línea narrativa o te estás planteando nuevos retos como explorar otros géneros?
RODRIGO: Lo más parecido a un proyecto literario que tengo entre manos es la recopilación de mis propios relatos, unos diez u once, los cuales se desmarcan del género bélico e intentan explorar otras posibilidades como el drama social, el terror, la intriga… No sé, ya iré viendo qué forma va tomando y si de verdad merece la pena.
FRANKY: Muchas gracias por tu tiempo, amigo, ve en paz. Y a los lectores de esta pequeña charla les pido que se paren a pensar en lo que han leído, en la indudable enjundia del amigo Rodrigo, y que consideren si merecerán la pena de ser gastados esos pocos euros que cuesta la novela: sé que no es un libro para todos, pero sí para unos cuantos “elegidos”; marchad en paz vosotros también.
Biografía de Rodrigo Martinez Puerta

Nacido en Madrid el 21 de marzo de 1982 y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, Rodrigo Martínez Puerta es un escritor neófito que ha compaginado sus experiencias profesionales —docencia tanto en Secundaria como en ELE— con la narrativa empujado por una vocación literaria algo tardía.
En octubre de 2019 publica su primera novela titulada El sargento cadáver (Libros Indie) que fue acogida con excelentes críticas por parte de los usuarios de varias páginas web especializadas.
Además de su producción novelística, también cultiva otros géneros como el cuento, uno de los cuales, El paraíso incendiado, le sirvió para alzarse con el Premio Navactúa 2019 de Relato Corto. También se ha atrevido con el microrrelato, arte donde se ubica Día uno, composición que obtuvo el Primer Premio en el III Concurso de Relato Corto de Peñagrande en 2021. Otro escrito suyo, Algodón, ganó el Tercer Premio del IX Certamen Literario Emilio Carrère en 2020.
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Qué entrevista tan chula! Enhorabuena y gracias.
Una conversación muy interesante. Ha sido un placer tenerte por aquí y que nos hablaras de tu novela y proyectos.