Descontextualización. O de las citas a la carta.

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Citas a la carta. Tecleemos en guguel: Oscar Wilde frases. ¡Qué asco!
¿Pero en qué terrible mundo vivimos?

Yo he leído a Oscar Wilde, no lo he estudiado, es verdad, no soy yo un estudioso de nada en realidad, soy el proverbial y eterno aprendiz de todo; empero: he leído, repito, a Wilde. En cierto momento Oscar llegó a esta idea capital: “todo lo que llega a la conciencia es justo”. Capital en su obra, en su vida, en la cárcel llegó a ella, y de ahí en adelante la tuvo siempre presente.

Pero claro: esta es mi visión de Wilde, y puede que otro señor lo lea y se quede con cualquier otra de sus ideas como “cosa capital”, pero este señor hipotético y yo ¡habremos leído al menos el corpus canónico, si se me entiende, de Wilde! Y ahora llega un guguelero, o como quiera que se llamen, y coge esta frase pescada al tun tun y la difunde por allí y por aquí adornada con floripondios y pompones. Puag, repulsivo.

Antes de las citas a la carta

Antaño las citas se recogían como los buscadores de oro recogían las pepitas, con una criba, con los riñones destrozados de tantas horas doblados a la orilla de un arroyo en Sutter’s Mill, con hongos en los pies por la humedad que no se acababa, y con los ojos tan cansados, ay. ¡Pero el cansancio y el dolor se olvidan ante la visión de una pepita de buen tamaño!

Todavía recuerdo perfectamente cuando yo estaba, años ha, leyendo con terrible fascinación el Quijote de Unamuno y encontré este cacho de oro: “cuando veas algo en facha de espera, no lo dudes, es que a ti te espera”. Esa pepita me esperaba a mí, y por supuesto: la conservo. Esa y todas, ¿sabéis? ese oro no se vende, es oro de alquimista.

Citando a Nietzsche

Pero Franky, tío, ¿qué me dices de las máximas de Nietzsche?
Bueno, ahí es casi peor, porque citar a Nietzsche, en el noventa y nueve por ciento de los casos (puede que me quede corto) es errar. Que sí, que queda muy bien, pero luego de la cita el señor, o señora, o adoquín, que lo ha hecho, escribe él mismo tal o cual boutade, y ¡ay! ya la cagó. Yo, amigos, he leído a Nietzsche, y lo he leído muchísimo, y precisamente por eso lo cito muy poco. Proposición lógica: si cita a Nietzsche, no lo ha leído.

Sabemos que la lógica no es infalible, pero es potente, sirve como criba, ya sabéis: para separar a lo grande la escoria del oro resplandeciente.
“¿Acaso no busqué donde soplaban los vientos más ásperos y aprendí a vivir donde nadie habita, en los desiertos que frecuentan los osos polares? ¿No olvidé a Dios y al hombre, blasfemias y oraciones y me convertí en un fantasma de los glaciares?”
¿Veis? Ya me hicisteis recitar a Nietsche, versos tatuados a fuego en mi puta conciencia.

Entre Camus y Wilde

Estoy leyendo en estos días Cartas a un amigo alemán, de Camus, y fijaos en esta cita, descontextualizada, ahora sí, porque a mí me da la gana: ya que yo la he pescado puedo usarla para lo que me plazca, ¿no? Para cambiarla por wiskey o para hacer un perendengue a la baronesa de turno. Decía que esta cita, entresacada de este libro arteramente por mí, puede usarse para una novela de zombis, leed:
“Nuestros compañeros serán más pacientes que los verdugos y más numerosos que las balas.

Pero esto no deja de ser juego, y comprar oro a espuertas en los grandes almacenes, copiar frases recopiladas por cualquiera en internet, no es juego, es sandez y oprobio.
Esto debía ser dicho.

Por cierto, y para no perder mi fama de enrevesado (y muy versado) y divagador, hay en este librito de Camus otra frase (que no encontrará nadie en internet, seguro) que casa tan maravillosamente con el “todo lo que llega a la conciencia es justo”, que me veo obligado a citarla (mirad como yo sí cito lo que quiero y conozco): “la certeza nacida del corazón no tiene por qué conllevar alegría”.
Unamuno, Nietsche, Wilde, Camus y yo sentados a la misma mesa y asintiendo con la cabeza mientras rematamos nuestras cervezas.

Cita a la carta hasta en los sobres de azucar

Ahora bien: ¿qué decir de los sobres de azúcar para el hombre del chorizo? ¿A qué preclara mente se le ocurrió, antes de los perifollos de internet, poner frasecitas en los sobres de azúcar? Nadie se baña dos veces en el mismo río, pero de tanto en tanto: nos toca el mismo sobre de azúcar. (Por otra parte seguro que el Obscuro –al que por supuesto también tengo trillado- no usaría azúcar en el café).

He elegido a Oscar Wilde al principio, en el frontispicio del artículo, como pudiera haber elegido a cualquiera: porque ¿quién lee realmente hoy? Cito de nuevo, ahora a Ana Gomila Domènech: “leer es de friquis canijos y granujientos con gafas de culo de vaso.

La gente que mola no lee.” La gente que mola no lee, esto es cierto, aceptémoslo. Pero hay un subsuelo de esta realidad aún más abyecto: hay gente que no mola, y no lee, pero que finje que hace las dos cosas. “¿Pueden suceder tales cosas?” (Perdón por tanta cita -ahora con Bierce, que se juntaría con todos los de la mesa antedicha, contando a Ana, y pediría otra ronda- pero es que ya voy encabronado): la respuesta a esta pregunta del Amargo merece párrafo aparte.

No solo estas cosas pueden suceder y suceden, sino que otras muchas mucho peores parecen ya cosa común: esos que hacen como si molasen, y como si leyesen, además, todavía, ¡aún! hacen como si escribiesen. Nadie se asusta, ¿verdad? Todos lo sabemos y esto también debía ser dicho.

He leído absolutas barbaridades, bazofias, barrabasadas, he leído algunos arranques de supuestas novelas, y cuando digo arranque me refiero a media frase, que han estado a punto de hacerme vomitar. Frases tan tontas, tan sin arte, tan vacías y además tan petulantes, que claman al Infierno.

Algunos de estos libros vomitivos no son de mindundis como yo, autopublicados, eh, que también los he encontrado en grandes editoriales. Algunos han vendido miles de ejemplares. Así que al fin y a la postre volvemos a lo mismo de siempre: el donoso escrutinio, ese que solo puedes hacer tú, ni editoriales, ni tipos y tipas súper guapísimos, ni nadie; solo tú, y solamente. El oro está ahí, escondido en el barro, tú tienes que buscar en su superficie el reflejo refulgente, a modo de guiño, del viejo Sol.


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Francisco Santos Muñoz Rico
REDACTOR | Website | + posts

Esta entrada tiene 7 comentarios

  1. C.G. Demian

    Me levanto de buena mañana y me desayuno con este artículo que tiene más razón que un santos, entiéndase la coña, y con le que no puedo estar más que de acuerdo. Aunque no soy hombre de usar citas, más por falta de memoria que por voluntad, comprendo que descontextualizar las palabras de escritores a los que no "conoces" es como decir que un cura dio una ostia a un niño sin saber nada de la religión católica. Y si para comprender hay primero que leer, más nos valdría a muchos dedicar menos tiempo a copiar citas de gugle e invertirlo en interpretar a quien las escribió alguna vez.

    Nota del lector: por favor, hagan la letra más grande.

    (5/5)
    1. espiadem

      En la versión movil no parece haber diferencia. En cualquier caso he subido un punto la fuente. Espero que se lea mejor. ¡Gracias por el comentario y por el apunte!

  2. Ana Gomila Domènech

    Me ha encantado, por alusiones y porque me da la gana. Porque si el cirujano no fuera cirujano, sería un asesino y, sobre todo, porque si no quitan ese horroroso papel pintado de las paredes, me voy a tener que ir... Aunque sea al Averno, con Franky, Nevermore, Bierce y el resto de la banda.

    (5/5)
  3. FRANKY

    Pero qué alegría que ni se anuncia el artículo y ya hemos puesto el trompo a bailar, Ana, CG, gracias por venir a la fiesta.

    (5/5)
  4. José Luis

    Verdades como puñetazos que te tuercen la quijada. Los cuatro gatos que leen deberían leer este artículo, y los que no leen también. Yo la letra la veo bien, por cierto!

  5. León

    El cansancio y el dolor se olvidan ante la visión de una pepita. Eso lo has escrito porque pepita rima con cita. A mí no me la cuelas. Citas en pepitoria para todos. Todo son citas.

    (5/5)
  6. Mar

    ¡Ya no vuelvo a citar!
    Es un arma peligrosa

    (5/5)

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