Cuestión de suerte

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Relato de María José Bravo Moñino.

Desnuda el alma, mi cuerpo estaba cubierto por las prendas más sofisticadas, dejando a la altura del suelo cualquier trapito de seda.

Sin más compañía que el abrazo a mis propias rodillas mugrientas bajo aquella tela, paso las noches y los días encerrado en aquel habitáculo infecto.

No recuerdo nada, mi mente se refugia en un abismo del que no puedo salir. Mis ojos, enrojecidos por el hedor, se clavan en un punto fijo del suelo sin pavimentar. Mis labios muestran más grietas que las paredes a mi alrededor.

Continúo meciéndome lentamente, como si mi cuerpo llevara el compás de una macabra nana.

En la más absoluta soledad.
Mi garganta ya no emite sonido alguno, o eso creía yo…

Nada en el mundo se parece al aullido de un hombre enjaulado.
Algo salió bien en aquel trapicheo y la bala no perforó mi cabeza…
Ahora deseo que sí lo hubiera hecho.


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Alberto de Prado
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Esta entrada tiene un comentario

  1. FRANKY

    Jejeje, también se podía beber titulado En una cárcel marroquí. Por ejemplo.

    (5/5)

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