Cuando todo pase.

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Relato de María José Bravo Moñino.

No es la primera vez que me quedo resguardada en mis pensamientos mientras el agua caliente de la ducha va inundando de vapor el espejo en el que me observo.


No sé cuántos días han transcurrido, ni los que quedan por venir. Lo único de lo que estoy segura es que la paciencia no es infinita.


Y eso lo aprendí de la peor manera…


Intento no llorar. Lo juro, pero lo siento. Incluso con los ojos cerrados, las lágrimas escapan sin lograr detenerlas. Si quito mis manos del borde del lavamanos siento que voy a darme de bruces contra el suelo, y no quiero despertarte.


Apenas distingo un día de otro; interminables segundos, como granos de arena atrapados en un descomunal reloj. Así me siento, atrapada.

Hoy fue otra de esas noche en la que la cena se hace un nudo en la garganta y el corazón siente un pellizco que no cesa. Cualquier chispa te vale para devolverme un cocktail molotov que me deje herida.


Creo ponerme a salvo al darte la espalda y encerrarme en el baño. Tú vas a dormir, yo a respirar.


Hago de tripas corazón, aparentando fortaleza frente a los demás, pero en el fondo, estoy más acojonada que nunca y no quiero pensar en mañana, solo en ahora.


El agua continúa cayendo. No veo mi reflejo en el espejo. No me veo.
Otra noche en la que los platos principales son las caras largas, sonrisas forzadas y los silencios demasiado prolongados.


No quiero ser débil. Ni fuerte. Solo quiero ser yo.


Cada día cuesta más aceptar que ya nunca será lo que fue, que una nueva etapa puede traer vida a mi vida. Unas veces me alegro al verlo con tanta claridad; otras, siento que ya es tarde para construir cimientos nuevos en una zona catastrófica como lo es mi corazón.


El agua sigue cayendo.

Tú duermes.


Me siento a salvo.


Cuando todo pase no sé si tendré fuerzas para abrir la boca. Hoy estoy cansada; me tiemblan las manos al soltarme del lavamanos y limpiar el vaho del espejo.


¿Cómo he podido estar así tanto tiempo?
No importa, estoy viva.


Sé que todo lo que haga jamás será suficiente. No para ti. He entrado en la ducha, pero mi alma no se templa ni con el agua caliente.


Las peores tormentas fueron las que llegaban durante la noche: las esperabas a lo largo del día, me iban debilitando y no podía huir de ellas.


Esta noche el cielo rompió a llorar al verme derrumbada, temblando bajo la ducha.


No sé lo que quedará de mí cuando todo pase. Yo solo quiero verme sin miedo.
Simplemente ser yo.


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Alberto de Prado
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